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miércoles, 6 de marzo de 2019

Trasfondo de Campaña: Guerra en el Sector Calixis (Parte 5 y Final)

Buenos días!

Hoy os traigo el relato final de la campaña que jugué hasta el mes de diciembre-enero en GTS Norte en Madrid.

Pero os puedo decir que no tenéis por qué poneros tristes, porque esta semana comienzo una nueva donde continuarán las andanzas del Comando Lorenzo, en breve subiré relato de cómo vincula una campaña con otra así como en qué ubicación se va a desarrollar la nueva narrativa; pero de momento espero que disfrutéis con el final que hoy os dejo por aquí ^^



Azarek Varens pertenecía a los Cuervos Sangrientos, y como muchos de sus hermanos de capítulo tenía tremendas aptitudes psíquicas que lo habían llevado a servir como Bibliotecario en Fortaleza Haltmoat.

Fue el mismo Señor de la Vigilia Vilnus el que asignó a Varens al Comando Lorenzo, y fue Varens el que blindó con protecciones psíquicas al Crucero de Ataque Perdición en su camino por la disformidad hasta Sigurd IV.

Una vez que llegaron a la órbita planetaria y el Comando se preparaba para desplegarse sobre la superficie del planeta Varens se retiró a Librarium de la nave para descansar y meditar, no había vuelto a salir hasta ese instante, y tenía un buen motivo.

-Siempre es un placer verte Hermano, aunque sea ahora- dijo Lorenzo.

No era un secreto que la relación entre Lorenzo y Varens no era todo lo fluida que debiera. No sabía bien por qué, pero el Sargento no veía con buenos ojos a los Cuervos Sangrientos, algo le hacía desconfiar de ellos, y desde luego el carácter taciturno de Varens, que hacía parecer a su lado a Gideon el más alegre del grupo, no ayudaba.

-Yo cerraré este portal de inmediato, sus energías arcanas están débiles y con el debido sello psíquico quedará clausurado, pero necesitaré algo de tiempo.
-Bien, estableced un perímetro de seguridad alrededor de…
-¡Sargento! ¡Múltiples señales en el auspex! ¡Nos rodean!- informó Celestus.

Antes de poder dar siquiera una orden el plasma comenzó a caer sobre los Guardianes de la Muerte como la lluvia torrencial.

-¡A cubierto! ¡Aylaan informa!- vociferó Lorenzo.
-Enemigos en diferentes frentes y alturas Sargento, aparentemente Guardia Imperial con signos herejes grabados en sus armaduras y estandartes- la frialdad de Aylaan incluso en un momento así seguía sobrecogiendo.

Cuando Lorenzo finalmente pudo ponerse a salvo tras varios escombros de lo que en otro tiempo fue un gigantesco edificio de plastiacero se percató de que Varens ya había comenzado el sellado del portal, encontrándose en trance totalmente a merced de los enemigos del Emperador.

-¡Mologhai, Gideon! ¡Conmigo! ¡Todos los demás, fuego de cobertura!

El Ángel Sangriento alcanzó rápidamente a Varens, cubriendo al Bibliotecario con su Escudo Tormenta en alto, de igual forma que Mologhai y Gideon.

Los Guardias Traidores debían estar cada vez más cerca pues los rifles láser sobrecargados ya empezaban a acompañar a los disparos de plasma, que de forma cada vez más insistente ponía a prueba la resistencia de los campos de energía de los Escudos Tormenta que mantenían con vida a Varens y a su improvisada escolta.

El resto del Comando disparaba en todas direcciones, acabando con enemigos una y otra vez, pero eran una horda que parecía no tener fin.

El fuego era cada vez más intenso, Lorenzo sabía que su única oportunidad era aguantar el tiempo suficiente para que el Bibliotecario pudiera al menos cerrar el portal. Si habían de caer que fuera con el deber cumplido. Solo deseaba que al menos llevaran su cuerpo a Baal, a la Torre de los Ángeles, en la Cripta de los Héroes, junto a los restos de su Padre…

Un impacto directo de plasma hizo parpadear durante un segundo el campo de energía del escudo de Lorenzo y justo antes de que volviera a funcionar con normalidad un nuevo disparo certero alcanzó al Sargento cerca del cuello, en la unión con su hombrera derecha.

La hombrera con la gota de sangre alada saltó en mil pedazos mientras Lorenzo caía. Se hundía en su propia oscuridad y la realidad que le rodeaba se tornaba extraña, llena de dolor, rabia y traición. 

Estaba nuevamente de pie, pero todo era distinto. Se encontraba solo, en un espacio cerrado, las paredes eran negras como el carbón con barrocos detalles dorados, todo ello aderezado con formas siniestras, caras disformes que chillaban y hablaban, que susurraban ideas paranoicas o que discutían entre ellas… la cordura había abandonado ese lugar. Sin duda ese entorno demoníaco a penas si podía sostenerse en el espacio real sin colapsar en sí mismo. La luz casi era inexistente, pero sabía qué camino debía seguir, y a pesar de todo, a pesar de que no conocía el miedo; sintió miedo.

Miedo a defraudar a su Padre, miedo a no ser el magnífico guerrero que se suponía, miedo a lo que sabía que se iba a enfrentar, miedo a no ser capaz de cumplir su deber, miedo… a fallar.

Pero tenía que avanzar, notaba sus heridas, sus huesos muchos de ellos aún fracturados, su respiración entrecortada; pero él era la última esperanza, si caía todo estaría perdido para siempre y por eso continuó, guiado solo por sus visiones, pues sabía perfectamente dónde tenía que ir, incluso sabía cómo acabaría todo.

Alcanzó una puerta, horrible como el resto de los pasillos que había dejado atrás. Con demonios fusionados al metal, como caricatura de una suerte de forma de vida simbióntica y en el centro de la misma, un enorme ojo que originalmente solo era un grabado pero que ahora se movía y parpadeaba, como si realmente pudiera verle, llegando a clavar su vista en él.

Un tremendo zumbido, seguido del sonido de pistones y el crujido de los mecanismos terminó por abrir la puerta a una estancia que parecía un puente de mando.

No entendía bien cómo había llegado allí, pero algo en su interior le indicaba exactamente qué debía hacer.

Avanzó tan solo unos pasos tambaleantes para entrar en la sala. Una enorme cristalera permitía ver el espacio que daba al exterior y que le rodeaba, y allí en el centro se veía Terra. Estaba en llamas, consumida por la guerra, el sueño de su Padre estaba hecho pedazos... como él. Las lágrimas recorrieron su rostro al ver que habían fallado, todos ellos habían fallado, y a pesar de todo, cumpliría su deber. Y de repente, entre las sombras pudo escuchar una voz que hizo que el ambiente se volviera aún más repulsivo de lo que ya era: “Bienvenido, Hermano”.

Lorenzo recuperó la consciencia. Estaba nuevamente en Sigurd IV, derribado en el suelo. No se podía mover, su cabeza daba vueltas y entre su visión borrosa pudo ver a Mologhai y a Gideon caídos a su lado mientras allí en el centro, delante de ellos estaba Varens.

El Bibliotecario había condensado todo su poder sobre la disformidad para crear un inmenso escudo ígneo alrededor del Comando. Las llamas formaban una enorme burbuja protectora donde todo disparo enemigo rebotaba sin importar su procedencia. 

Celestus se aproximó a Lorenzo –Los refuerzos están en camino Sargento, tan solo aguante un poco más, solo un poco más.-

Lorenzo solo pudo asentir, no podía articular palabra y notaba el sabor a hierro de la sangre en su boca.

Los motores de la Corvus Blackstar resonaron en el cielo nocturno de Sigurd IV mientras sus disparos despedazaban a los traidores que comenzaban a huir del lugar.

Cuando el último de los herejes hubo dejado de disparar finalmente el escudo de fuego disforme se desvaneció y en ese instante Varens cayó al suelo exhausto e inconsciente.

Finalmente la Corvus aterrizó junto al Comando Lorenzo y el Sargento solo alcanzó a escuchar la pesada voz de Agruxx antes de perder finalmente el conocimiento: “Recoged a los heridos, volvemos a la órbita. El trabajo está cumplido”.



CONTINUARÁ…

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